lunes, 29 de septiembre de 2014

La primera bicicleta que tuvo Rigoberto Urán se la regalaron partida en tres pedazos. El papá de Rigoberto se la mandó soldar porque quería que montaran juntos los fines de semana. Rigo, como lo llaman desde niño, tenía 14 años pero le aburría el ciclismo, no le gustaba pedalear.

Se adoraban. Mientras su papá entrenaba para mantenerse saludable, Rigoberto lo hacía para hacer feliz a su progenitor, lo amaba. De Urrao, su pueblo natal, salían los fines de semana pedaleando hasta Betulia, Concordia y en los días fuertes hasta Salgar.

A Rigo desde niño le gustaban las escapadas. Lo hacía en el colegio y también en la casa. Un día su papá lo sorprendió vendiendo botellas vacías para tener con qué comprar mecato, pero no lo regañó, mejor le hizo una propuesta condicionada: le enseñaría los trucos de su trabajo, vender chance y lotería, con la promesa de que debía estudiar en las mañanas hasta graduarse del bachillerato. El pacto no pudo ser mejor, Rigoberto quería andar toda la vida al lado de su papá. Eran felices.

Un día en los vientos de agosto de aquel año, Don Rigoberto de Jesús Urán salió a entrenar con otro amigo en su bicicleta. No llevó a su consentido Rigo porque la salida era muy temprano y el muchacho debía ir a estudiar. Don Rigoberto no regresó sobre las 7 de la mañana como era de costumbre. Al regresar del colegio le contaron a Rigo que su padre no aparecía, el muchacho sacó su bicicleta roja y como loco salió a preguntarlo en el hospital, en la estación de policía, en la morgue y aunque su papá no bebía lo buscó en las cantinas de Urrao. Pero nada, no había rastro del hombre.

Al día siguiente llegarían con esa noticia que físicamente le quita el aire a cualquier ser humano. La guerra se había llevado lo más adorado del pequeño Rigoberto Urán.
Su madre entró en una depresión que 12 años después no se le ha curado. Frente al féretro de su papá, de hombre a hombre, Rigoberto haría tres promesas que ha cumplido a cabalidad: velar por Aracelly -su mamá- y por Martha -su hermanita-, terminar el bachillerato y pedalear hasta el fin del mundo.

Un domingo de noviembre de aquel año, Rigo vio en el parque central cómo muchos jóvenes se apilaban en sus bicicletas semiprofesionales para inscribirse en una valida municipal. Recordó a su padre y regresó a casa. Sacó su remendada bicicleta roja, se puso los únicos tenis que tenía, una pantaloneta y una camiseta de su papá. Le ganó a todos con la distancia que produce la rabia de que su papá no estuviera físicamente esperándolo en la meta para darle un abrazo y un beso de amor. Al llegar a la meta, sin haberlo ensayado nunca, levantó los brazos y miró al cielo buscando la imagen de su mentor. Desde ese día ha celebrado todas sus victorias de esa manera en honor a él, a don Rigoberto.
Era la clásica de Urrao. En la categoría prejuvenil, prueba contrarreloj de tres kilómetros, Rigo paró el cronometro en tres minutos, veintisiete segundos y ochenta centésimas (00:03:27:80). Sin proponérselo, había puesto en el cartel un nuevo record nacional. Urán vistió la camiseta de su primer equipo: elClub de Bicicletas Urrao. Meses después su nuevo club era Orgullo Paisa, uno de los mejores de Colombia.




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